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Los sorprendentes prostíbulos públicos de los Reyes Católicos en la Europa medieval

Un vistazo a la sorprendente red de burdeles públicos en los reinos de los Reyes Católicos.


La vasta red de burdeles públicos erigidos por los Reyes Católicos en sus reinos


En Valencia se erigió uno de los burdeles más grandes de toda la Europa medieval, que hacia 1501 contaba con "entre 200 y 300" trabajadoras. La prohibición o regulación: el acuerdo imposible sobre la prostitución.


En los últimos momentos de la campaña de Granada, los Reyes Católicos otorgaron al valiente capitán Alonso Yáñez Fajardo la licencia para establecer burdeles en los pueblos conquistados y por conquistar de Granada, convirtiéndose en el 'principal patrón de burdeles del reino'.


Esta concesión no era un asunto insignificante, sino el colofón de una espectacular red de burdeles públicos que se extendía por todo el territorio cristiano.


Desde que San Agustín reconociera que los burdeles eran "un mal menor" en la eterna lucha contra la corrupción de las costumbres y los desórdenes sexuales, los reyes cristianos habían decidido mirar hacia otro lado en toda Europa.


El objetivo de las mancebías, como se conocían a estos espacios, era intentar poner fin a la prostitución callejera o clandestina.


En Aragón y Castilla ya existían estos lugares regulados, pero los Reyes Católicos elevaron el nivel al fomentar este modelo de prostitución a nivel nacional mediante el envío de órdenes a los distintos concejos, villas o lugares de la monarquía para establecer casas y redactar ordenanzas.


En Valencia se levantó uno de los burdeles más grandes de toda la Europa medieval, que hacia 1501 contaba con "entre 200 y 300" trabajadoras. No se trataba de un edificio en sí, sino que consistía en varias calles alrededor de las cuales se encontraban diferentes hostales (alrededor de quince en los mejores momentos del lupanar).


El flamenco Antonio de Lalaing se sorprendió con un macroburdel que "era tan grande como un pueblo pequeño" y elogió su organización: con porteros que controlaban la entrada, médicos pagados por la ciudad para realizar inspecciones semanales a las mujeres y todo tipo de servicios.


Lo excepcional en el caso español era el riguroso control sanitario al que se sometían las mujeres y la insistencia de las autoridades religiosas en predicarles, aunque fuera de vez en cuando, para que abandonaran esa vida y se entregaran a la oración.


Durante la Cuaresma, fray Hernando de Talavera solía encerrarse en su palacio con las prostitutas de Granada para agotarlas con sermones. Fernando e Isabel fomentaron estos burdeles pensando tanto en la salud espiritual de las mujeres como en sus propios intereses económicos.


El modelo tenía un gran beneficio para los concejos a través de lo que se conocía como "renta de la mancebía" o "renta de la prostitución", que no solo incluía el pago que el arrendador del burdel hacía a las arcas del concejo, sino también el llamado "derecho de perdices", un antiguo privilegio que cobraban los alguaciles de los distintos lugares del reino por la protección que brindaban a las prostitutas.


En Córdoba, los burdeles se ubicaban directamente en terrenos alquilados por la catedral.

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