@ Amando Hurtado
La “ayuda al prójimo” es un mandato ético proclamado por todas o casi todas las religiones tradicionales y por cuantas escuelas de pensamiento e instituciones laicas proclaman su vocación “social” como principio activo.
La antigua masonería (la de los constructores edilicios) tuvo como objetivo primario la “ayuda mutua”, entendiendo como tal la que se debían entre sí los profesionales de un oficio muy cualificado por hacer uso de conocimientos (que hoy llamaríamos “técnicos”) cuya práctica requería un aprendizaje especializado y vocacional.
La Francmasonería o Masonería Libre, consolidada como institución a partir del siglo XVIII, conservó como símbolos iniciadores los utensilios de la antigua profesión y se propuso como objetivo propio la realización de un concepto de fraternidad universal superador de los compartimentos estancos de las mini-identidades profesionales, familiares, regionales, nacionales, etc.
Resulta evidente que la actitud masónica tiene dos vertientes: una es la iniciática personal (buscadora de conocimiento, tanto de uno mismo como de la naturaleza cósmica) y otra es la social. Sobre el posible contenido de ambas coexisten criterios diversos, aunque el corolario común final sea el bien de la Humanidad, entendiendo por “bien” el avance o progreso armónico de nuestra especie hacia un estadio evolutivo superior que nos acerque a lo que actualmente nos trasciende...y ello nos gratifique como individuos.
Por lo tanto, no debería extrañar a los adversarios de la Masonería que aquellos de nosotros que se consideren aptos para intentarlo deseen aportar a la sociedad los valores que defendemos y lo hagan participando activamente en política con la discreción o indiscreción que ellos mismos decidan en cada caso...Por lo que respecta a España, todas las magistraturas estatales prestan juramento ante símbolos religiosos, denotando con ello su adscripción a determinados valores (algunos, muy poco universalizables). No es así en otros países del que viene llamándose “nuestro entorno” democrático...
En ese entorno se hallaría Francia, por ejemplo, donde, muy paradójicamente, también a algunos de nuestros adversarios les resulta ingrata la identidad masónica de ministros y altos funcionarios estatales. Así lo afirmaba recientemente Alain Bauer, ex Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, confirmando que sólo media docena de miembros del actual equipo de gobierno francés han hecho notoria su calidad de masones. Entre ellos se encuentran el ministro de Asuntos Exteriores, el de Cohesion Territorial y el de Interior (Jean-Yves Le Drian, Jacques Mezard y Gerard Collomb). Por su parte, el actual Gran Maestre del Gran Oriente (Philippe Foussier) asegura que el número de francmasones en la Asamblea Nacional es estable “o ligeramente en alza para el GOF” y que el Senado y el Consejo Económico-Social y de Medio Ambiente continúan siendo “fuertes bastiones”.
Temas sociales tan importantes como la laicidad, la eutanasia, la inteligencia artificial o el transhumanismo (entre otros) la masonería funciona como un laboratorio de ideas por el tratamiento de estos temas en las cerca de 3000 logias existentes en Francia.