REFLEXIÓN DE UN GRAN MASÓN
Extracto del libro del Maestro Daniel Beresniak “RITOS Y SÍMBOLOS DE LA FRANCMASONERÍA” (pág.4 y 5)
<< La finalidad de la enseñanza iniciática (y es iniciático lo que asocia pedagogía y terapia) es permitir a cada uno actuar en lugar de reaccionar; crear un propio espacio de autonomía dentro del cual no podamos ser manipulados. Es el proyecto masónico de “Hombre libre“.
Para empezar, cada uno debe ser capaz de reconocer cuáles son los hilos con los que puede ser manipulado.
Por eso, deberá reconocer la ambigüedad de los rituales, que pueden liberar y alienar: liberan por cuanto contribuyen a distanciarnos de los reflejos y los tics mentales profanos y alienan en la medida en que invitan a conformarse, a moldearse de forma preestablecida, a adherirse sin reservas a determinadas interpretaciones para ser reconocidos por el grupo.
Entre los hombres y mujeres que practican los llamados “altos grados” se encuentran tanto víctimas como beneficiarios de lo que llamo “farma-son”, veneno y remedio. El respeto incondicional debido a los rituales es exigido por aquellos “profanos con mandil” que no han logrado deshacerse de los “metales”, de los que el más perjudicial es el instinto animal de dominio que empuja a ocupar un puesto preponderante en la horda.
Los sistemas rituales masónicos son veneno cuando responden a ese instinto e introducen entre los adeptos del Arte Real una relación de dominantes y dominados, pero lo que es dañoso puede ser benéfico (y viceversa). Filosofar es criticar la filosofía. Igualmente, “masonear” es criticar la francmasonería. Criticar no es demoler, sino cuestionar, investigar, distinguir, verificar, comparar…
Algunos juzgan y condenan mostrándose benévolos con quienes aceptan dejarse guiar por ellos y malévolos con los otros. Estos otros escuchan y avanzan en la iniciación sin dominar ni guiar y son los que en la vida diaria saben decir sin temor, cuando hace falta, que “el rey está desnudo”>>
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