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Masonería: “REGULARIDADES” POLITIZADAS, por Amando Hurtado, 33º.

“REGULARIDADES” POLITIZADAS, por Amando Hurtado*.


Masonería: “REGULARIDADES” POLITIZADAS, por Amando Hurtado

Amando Hurtado* é um maçon lúcido, atento, estudioso, conhecedor profundo da Arte Real. É também escritor, advogado, um Ilustre membro dos Altos Graus do Rito Escocês Antigo e Aceite, que vive em Espanha. Esta sua reflexão é muito interessante e rigorosa e muito esclarecedora. Vale a pena ler, arquivar e reler sempre que necessária.


Los miembros de las logias pertenecientes a federaciones u obediencias “reconocidas” por otras de las encuadradas en lo que podríamos llamar escuela masónica anglosajona, suelen calificar de “regular” su forma específica de entender la Francmasonería. Con ello vienen fundiendo (o confundiendo) dos conceptos claramente diferenciables: regularidad masónica y reconocimiento diplomático de esa regularidad.


Ello hace que periodistas y autores no masones, al abordar el tema de “la Masonería” sin hallarse documentados sobre su contenido y su historia, no entren en mayores sutilezas, creyendo haber encontrado un esquema binario-maniqueo con el que poder presentar a los lectores algo equivalente a dos confesiones masónicas: la de los ortodoxos o “regulares” y la de los heterodoxos o “irregulares”. Tal dicotomía es el resultado de una práctica claramente política, mantenida por la Gran Logia Unida de Inglaterra en torno a sus reconocimientos diplomáticos.


Numerosos masones se consideran regulares por el hecho de pertenecer a una obediencia “reconocida” como masónica por la Gran Logia Unida de Inglaterra, que proclama algo parecido a una jurisdicción universal por pretender haber sido la Primera Gran Logia histórica, creada en Londres (en 1717) por los fundadores de la Masonería simbólica moderna. En realidad, la Gran Logia Unida resultó de la fusión (en 1813) de una primera y debilitada Gran Logia de Inglaterra andersoniana con su oponente, la de los “Masones Libres y Aceptados según la Antigua Institución”, creada tambien en Londres, en 1751. Las normas establecidas por la nueva corporación así nacida (no decretadas urbi et orbi desde Londres hasta 1929 y refundidas en 1989) excluyen de la regularidad a todas las federaciones u obediencias que no se atengan estrictamente a lo definido por ella como auténtica masonería. Algunos de los excluídos del beneplácito británico lo asumen gustosos, adoptando para sí el distintivo título de “masones liberales adogmáticos” y dando pie con ello a otra grave confusión terminológica.


En torno a este tema, comentaba con sorna el historiador masón Robert Ambelain que «A fuerza de distribuir certificados de regularidad o de negarlos, la Gran Logia Unida de Inglaterra, sucesora de la Primera Gran Logia de Inglaterra, la cual había nacido a su vez de la Gran Logia de Londres y de Westminster, ha terminado por creerse la única regular». Por otra parte, tanto James Anderson como Théophile Desaguliers, destacados cofundadores e impulsores de la Gran Logia de Londres, eran clérigos protestantes. Anderson era capellán de la logia operativa de la catedral de San Pablo. En aquel tiempo, los capellanes, como los médicos, tan sólo asistían a las reuniones o tenidas cuando sus servicios eran requeridos, ya que estaban allí en razón de su función y no en virtud de una admisión como profesionales de la construcción. Según algunos historiadores masones (como el mencionado), James Anderson fue expulsado de la logia operativa de constructores de la catedral londinense de San Pablo por no respetar las reglas de la masonería tradicional, lo que le indujo a crear una nueva logia compuesta por miembros aceptados no ”regulares”. En septiembre de 1715, algunos masones operativos (profesionales) pretendieron asistir a una reunión o asamblea de la logia no operativa constituida por Anderson, Desaguliers y sus siete compañeros. Tras serles rechazado el acceso, dieron cuenta de los hechos a la logia operativa de San Pablo y ésta declaró ilegal e irregular la nueva formación, que logró extenderse por otros barrios londinenses hasta conseguir la fusión de cuatro logias, que en 1717 crearon una macroestructura administrativa o “Gran Logia”. Algo que no se había dado nunca en la masonería operativa.


La legitimidad de la iniciación masónica partirá de la recepción del iniciando, con esa finalidad, en una Logia formada por Maestros respetuosos de las tradiciones recogidas y transmitidas a través de cualquiera de los Ritos o métodos universalmente reconocidos por los masones como tales. Se puede establecer así una cadena histórica ideal que lleva hasta los orígenes de la Masonería, marginando las veleidades a que pueden dar lugar los diversos “reconocimientos” administrativos dejados en manos de circunstanciadas autoridades obedienciales.


Una Logia tradicionalmente constituída, que practique (por ejemplo) la regla del R. E. A. A. según fué definida por los masones en el Convento Universal de Lausanne - o la de otro Rito igualmente acreditado como legítimamente masónico - no puede ser calificada de “irregular” por no estar reconocida por ésta o aquélla Obediencia, en función de criterios tan discutibles como el de la inmovilidad de las interpretaciones de los símbolos masónicos a lo largo de la historia. No nos sirve a quienes pensamos que la Masonería es heredera de una tradición dinámica, buscadora de verdades y abierta al avance hacia un mejor conocimiento del hombre y del mundo. Una tradición mistérica auténtica, en el sentido etimológico del término “misterio”.


Sería fortaleciendo el “retejeo”, o examen experto de quienes se proclamen masones, como se podrían abrir las puertas de los talleres de trabajo (logias) a todos los Hermanos, haciendo reales la fraternidad y la unidad universal de la Orden, respetando la idiosincrasia del Rito vector del método masónico.


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